Por Marina Colombo
¡Hola! Hace un par de semanas regresé a México después de viajar durante dos meses por Sudamérica bajo la guía de Jesús en el tour «Un viaje sin distancia». Fue una aventura en la que sentí que fui llevada bien profundo en mi mente para ayudar a contestar la oración más profunda de mi corazón.
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«¿Quién soy?».
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Esta pregunta se la hice a Jesús al final del año pasado, en un momento en el que sentí que estaba dejando ir todas las funciones que tenía a cargo en la comunidad de Living Miracles. Fue un momento en el que llegó un profundo silencio a mi mente y se abrió un espacio en el que ore:
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«Muéstrame quién soy. Quiero tener la certeza y la convicción de quién soy. Quiero saber que soy Espíritu, que soy una con Él»
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En Brasil, la tercera parada de este viaje sin distancia, Jesús me mostró que, para saber quién soy, debo dejar ir todo lo que no soy. Allí, sentí que ocurrió un gran desvelar, como si capas de la personalidad de Marina se desvanecieran, permitiéndome sentir un destello de todo el amor que está disponible.
Durante las tres semanas que estuve en este país, sentí que Jesús me estaba guiando hacia la luz. En cada uno de los retiros y encuentros que tuvimos, Él me dio todo lo que necesitaba para perdonar, para que al final pudiera aceptar con una mayor convicción esta lección:
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«Mi valía la estableció Dios y soy merecedora de su amor».
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El camino para asimilar esta lección, que inundó de amor mi corazón, estuvo lleno de milagros, encuentros santos y experiencias de luz que compartiré debajo, para que juntos reconozcamos que nuestra valía ya fue establecida por Dios.
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Este camino hacia la luz comenzó en Belo Horizonte, y desde el primer momento sentí que estaba siendo cuidada. Recuerdo que llegué un poco cansada después del viaje a Chile, y Paulinha, una de mis compañeras poderosas en esta aventura, me ofreció un hermoso espacio para descansar en su casa. Este lugar estaba lleno de pequeños símbolos que Jesús utilizó para ayudarme a sentir cómoda y mostrarme cuánto me ama.
Durante todo el viaje, me sentí como una niña de cinco años llevada de la mano por sus padres. La mayor parte del tiempo, mi mente estaba en blanco y mi corazón resplandecía de felicidad.
A diferencia de los otros viajes a Colombia y Chile, donde tenía asignadas algunas funciones logísticas, en Brasil no fui guiada a desempeñar tareas específicas; era como si la idea de la hacedora se estuviera deshaciendo.
Todo me fue dado. Podía ver cómo otros se encargaban de organizar los retiros, comprar tiquetes y dejar todo listo para que yo simplemente pudiera ser llevada como una hojita en el viento.
Sentí como si Jesús me estuviese instruyendo a no hacer nada. Incluso, en los retiros, la mayor parte del tiempo mi mente estaba en blanco. Parecía que los mensajes del Espíritu venían a través de Kirsten o Paulinha, y que a mí se me estaba pidiendo cantar solo una pequeña parte de la canción que el Espíritu había compuesto para cada encuentro.
Y cada retiro se sintió muy profundo. En cada uno de ellos sentí que una parte de mí se fue deshaciendo para que al final pudiera caer rendida ante el amor.
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El primer retiro fue un encuentro de cinco días sobre la Divina Providencia que me permitió reconocer todo el amor que Jesús me ha dado desde que le entregué mi vida. En los últimos años, a medida que me he permitido seguir el llamado de mi corazón, le he entregado mi familia, mi cuerpo, mis finanzas, mis habilidades y todo deseo diferente a la paz de Dios del que me hago consciente. Y Él me ha mostrado una y otra vez que puedo confiar en que Su Amor está a cargo de todo.
Sin embargo, al final del retiro pude observar que se elevó en mi mente incertidumbre y miedo de no ser sostenida en el futuro.
Este ha sido un miedo que ha aparecido en varios momentos de mi camino y que siempre le he entregado a Jesús, pero en esta ocasión sentí que la entrega fue más profunda. Una vez más le pregunté:
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«¿Realmente vas a cuidar de mí? Muéstrame. Te entrego este miedo para que tú te hagas cargo. Deseo sentir que tú me sostienes».
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De inmediato, sentí que algo se liberó en mi mente. Experimenté una rendición difícil de explicar con palabras; solo puedo decir que sentí que dejé ir un peso en mi corazón ante la idea de que puedo encontrar algún tipo de seguridad en el mundo.
Además, sentí una confianza más profunda de que todo lo que necesite vendrá hacia mí. Puedo confiar en que Jesús se ocupará de todas mis necesidades. Solo necesito recordar ofrecerle todo, una y otra vez.
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En Río de Janeiro, la siguiente parada de nuestro viaje por Brasil, tuve la oportunidad de profundizar aún más en esta lección. Allí, percibí una situación que me ayudó a ver pensamientos de escasez que surgieron para ser sanados.
Durante nuestra estancia en la ciudad, nos hospedamos en la casa de una compañera poderosa. Antes del viaje, ella se ofreció a alojarnos y encargarse de la comida. Sin embargo, cuando llegamos, nos dimos cuenta de que no había alimentos. Ante esta situación una opción era ir al supermercado y comprar lo necesario; sin embargo, en mi interior sabía que esa no era verdaderamente la respuesta del Espíritu. La guía me mostró que yo debía recordarle a la anfitriona lo que se había acordado.
En ese momento, surgieron pensamientos de vergüenza. El ego me decía: «Es la primera vez que la ves y te estás quedando en su casa. No puedes traer este tema a la mesa». Todo parecía ir en contra de lo que Marina consideraba que era «correcto».
Pero pese a la incomodidad seguí la guía y hablé con ella sobre el tema. Le pregunté directamente: «¿Todavía sientes cubrir la alimentación durante nuestra estadía aquí?».
Hacer esa pregunta se sintió muy profundo porque pude reconocer que para poder recibir necesito abrirme a la comunicación.
Y con ello vino un reflejo de amor porque mi anfitriona me agradeció que hubiera abierto la comunicación sobre este tema. Me contó que esto la estaba ayudando a reforzar una lección relacionada con la integridad de su palabra.
Con todo esto, pude reconocer que Jesús me estaba mostrando que, cuando experimento tensión ante una situación específica, es necesario que observe mis pensamientos y me abra a la comunicación para poder recibir. Esta era mi lección en comunicación.
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En Río de Janeiro, recibí muchos más regalos, y uno de ellos llegó en un lugar inesperado. En nuestro tercer día en la ciudad, fuimos a visitar la estatua del Cristo Redentor. Al principio, no estábamos muy convencidas de ir, pero le pedimos guía a Jesús para que nos mostrara si ir era parte de Su plan. Y en oración todo se organizó de manera espontánea para ir con Kirsten, Paulinha y Fernanda.
El día de la visita todo se sintió muy hermoso y fluido. Para llegar a la estatua usamos un tren turístico y recuerdo que mientras íbamos subiendo comencé a sentir muy fuerte la presencia de Jesús en mi corazón.
Cuando nos bajamos, comenzamos a caminar y a subir las escaleras para llegar lo más alto posible. Sentí que, en realidad, estábamos ascendiendo en nuestra consciencia para poder experimentar la profundidad de Su Amor.
Después de un rato, llegamos a los pies de Jesús. Aunque había muchos turistas alrededor, mi mente estaba completamente en silencio. Algunas lágrimas cayeron del rostro de Kirsten. Nos sentimos sumergidas en una profunda quietud, en un amor que no es de este mundo.
Sentíamos que estábamos flotando. Vimos a las águilas volar suavemente, a las personas ir y venir, y a mi mente llegó una cita de Un curso de milagros:
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«¿Quién trataría de volar con las minúsculas alas de un gorrión, cuando se le ha dado el formidable poder de un águila. ¿Y quién pondría su fe en las miserables ofrendas del ego, cuando los dones de Dios se encuentran desplegados ante él?».
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La experiencia fue muy hermosa, pero al principio no me di cuenta de lo vasto que había sido Su Amor. Pude asimilarlo un par de horas más tarde, cuando ya estábamos en la casa de nuestra anfitriona.
Recuerdo que estaba conversando con Kirsten, y hubo un momento en el que me puse en contacto con una emoción. De repente, empecé a llorar y a llorar, y mientras mis lágrimas caían, pude sentir que mi corazón se abrió por completo. En ese instante le dije a Kirsten:
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«Solo quiero sentir este amor por siempre, es lo único que deseo, sentir este amor y dar este amor, pero no sé cómo darlo consistentemente».
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Mientras lloraba sentí que me estaba deshaciendo, sentí que estaba dejando ir todo lo que no soy para abrirme a lo que sí soy. Oré con todo el corazón:
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«Muéstrame. Quiero ir más profundo».
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Y Jesús, a través de Kirsten, me contestó:
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«Si tú deseo es ir más profundo en tu corazón, todo lo que va a venir va a ser un reflejo de ese deseo por esa profundidad».
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Efectivamente, al final del viaje a Brasil, llegó una experiencia que me ayudó a confirmar que todo lo que quiero es ser una con el Amor. Pero antes de que eso ocurriera, tuve que ver más obstáculos que necesitaban ser despejados.
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Uno de esos obstáculos lo pude ver claramente al final del retiro que tuvimos en Río donde el tema principal fue la verdadera empatía. Cuando el encuentro terminó, tuve una conversación en mi mente con Jesús.
Le dije que no me sentía identificada con el rol de maestra; aunque podía compartir las palabras que Él me pedía, me sentía extraña cuando debía dar instrucciones a los participantes para hacer los ejercicios. Le dije que no sabía cómo ser una maestra.
Y siento que Jesús me respondió. Me dijo: «Sí lo eres. Sí eres una maestra». Me estaba invitando a aceptar mi papel en el plan de Dios. A aceptar este autoconcepto que me está dando.
Esta conversación se sintió muy profunda. Tuve la certeza de que todo el encuentro había sido orquestado para que pudiera aceptar realmente los medios que Jesús me estaba dando para responder la oración de mi corazón de ser realmente útil. Así que finalmente acepté la idea de que soy una maestra de Dios.
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En Río de Janeiro también sentí que mi mente atravesó por un gran proceso de limpieza. Esta no era la primera vez que visitaba la ciudad. En el pasado, mucho antes de iniciar este camino de regreso a Dios, viajé con mi novio de aquel entonces, así que muchos lugares se sentían familiares.
En esta oportunidad, tuve la sensación de estar contemplando las mismas imágenes, pero desde un lugar distinto. Este nuevo viaje tenía un propósito diferente: sanar la mente y ser un canal de extensión del amor de Dios.
Recuerdo que la primera vez, mi novio se intoxicó y parecía que las circunstancias se estaban presentando para que pudiéramos parar y descansar. Yo también sentía que necesitaba paz y amor, pero en ese momento decidimos seguir con nuestros planes y recorrer todos los lugares turísticos.
En este nuevo viaje, mientras caminaba por la playa, veía las mismas imágenes, pero tenía un sentimiento distinto dentro de mi corazón; sentía que estaba recibiendo amor. Tuve la sensación de que, en un instante, el amor presente limpiaba las historias del pasado. Sentí que estaba dejando ir el pasado, que este estaba siendo perdonado a través del amor.
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Después de seis días muy profundos en Río de Janeiro, viajamos a São Paulo, la última escala de nuestra aventura en Brasil. En los primeros días que pasamos allí, sentí que Jesús me invitó a observar imágenes que en el pasado me habían atraído, para que pudiera reconocer su falta de valor.
Nuestro anfitrión tenía recursos financieros y quiso solventar todos los gastos para llevar a cabo un encuentro en su casa. Nos hospedamos en un hermoso hotel que él eligió y cenamos también en restaurantes muy lindos. Todo esto me hizo recordar la vida que alguna vez tuve en Australia.
Al tener un reflejo de mi antigua vida pude darme cuenta de que el ego es muy pegajoso, que aún permanecen apegos muy sutiles y que mi mente aún se sentía atraída por ciertos escenarios. El ego me decía: «Mira qué atractivo es el mundo. Sí continúas por este camino y sigues a tu corazón te perderás de todo esto».
Al principio, no fui muy consciente de estas ideas. Solo pude verlas claramente cuando estábamos a punto de dejar la ciudad para ir a un retiro en un monasterio.
Antes de iniciar el viaje, fuimos a almorzar a un restaurante. Pedí un té de kombucha a la mesera, y Kirsten me preguntó: «¿Estás segura de que quieres una kombucha?». Apenas hizo este comentario, pude sentir que mi corazón se cerró.
En ese instante, no entendí por qué me estaba sintiendo así, pero luego comprendí que esta simple pregunta me estaba mostrando que no estaba decidiendo con el Espíritu; la kombucha representaba en ese momento para mí una elección compleja del ego, mientras que mi corazón deseaba algo más simple, como una botella de agua.
Darme cuenta de que me había sentido atacada ante la pregunta de Kirsten se sintió muy doloroso. Al final del almuerzo, Kirsten me dijo que me notaba desconectada y entonces me abrí a contarle lo que estaba sintiendo. Le compartí que el ego me decía que sí seguía atendiendo el llamado de mi corazón iba a sacrificar algo de valor.
Al compartir estos pensamientos sentí que se los estaba entregando al Espíritu, sentí que realmente los estaba liberando para aceptar la verdad:
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«Las imágenes del mundo no significan nada; sin un propósito, todo carece de sentido».
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En ese instante, reconocí que sentir el propósito dentro de mi corazón es lo que me trae verdadera alegría. Nada se compara con la felicidad que me da entregar todo mi corazón, compartir la verdad, y unirme a otros en el propósito de recordar la verdad. ¡Eso es lo que realmente tiene valor!
Además, comprendí que el sacrificio es una idea muy arraigada del ego, y que, como una cebolla, tiene muchas capas que necesitan ser vistas, expuestas y liberadas. Sentí que con esta experiencia una capa muy gruesa de la cebolla desapareció y con esto, se abrió un espacio en mi mente para aceptar esta idea:
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«Los tesoros del mundo no significan nada en comparación con los tesoros del Cielo. Vivir una vida inspirada y guiada por el Espíritu Santo lo es todo».
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Esta idea nos trajo mucha alegría; literalmente, Kirsten y yo estábamos saltando de felicidad. Estábamos listas para subirnos al taxi que nos llevó a un hermoso monasterio donde Jesús había organizado «La guía como el camino hacia la luz», un transformador retiro de tres días.
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El viaje al monasterio se sintió como un gran proceso de limpieza. Mientras salíamos de São Paulo y dejábamos atrás las imágenes propias de una ciudad activa, llena de símbolos que en el pasado me atrajeron, pude sentir que lo estaba dejando ir todo.
Después de dos horas, llegamos al monasterio. Apenas entré, mi alma sintió el descanso. El silencio, la sencillez, la paz y la devoción del lugar me ayudaron a conectarme con el deseo de mi corazón.
Desde el primer instante, sentí con mucha fuerza la amorosa presencia de Jesús y de María. Me di cuenta de que mi espíritu anhelaba esa simplicidad, y que en ese estado mental podía experimentar la felicidad que el mundo no me puede ofrecer. Sentí que estaba recibiendo un regalo, encontrándome a mí misma.
Literalmente Jesús me había guiado hacia la luz. Me había llevado a ver las imágenes que me recordaban al pasado para que viera su falta de valor y con una mayor convicción, eligiera de nuevo Su Amor.
Sentí que en mi corazón tomé una decisión:
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«Te elijo a Ti. Elijo la Paz de Dios».
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Al tomar esta decisión sentí que mi mente aceptó por completo la lección que ese día Jesús me mostró a través de Un curso de milagros:
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«El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir. Me decido por él ahora y no cambiaré de parecer, pues es lo único que quiero». UCDM, E-138.12.5
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Sí. Lo que realmente desea mi corazón es sentir el Amor de Dios. Después de ver nuevamente los insignificantes regalos del ego, siento que le di un gran «sí» a Jesús. Esta vez con más firmeza, con mayor convicción de que el mundo no me ofrece nada de lo que deseo y de que más allá de este mundo hay un mundo que sí deseo.
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En los tres días siguientes, vivimos un hermoso retiro en el que pudimos profundizar en la alegría de vivir una vida guiada por el Espíritu Santo. Al igual que en los encuentros anteriores, sentí que Jesús habló principalmente a través de Kirsten y Paulinha, pero en algunas ocasiones sentí que Jesús me invitó a compartir anécdotas específicas sobre la alegría que experimento al hacerme a un lado y dejar que Él guíe el camino.
Aunque mis intervenciones fueron cortas, cada vez que compartí, sentí la dicha y el amor de ser verdaderamente útil. Además, recibí hermosos reflejos de los asistentes, quienes me dijeron que mis palabras les habían llegado al corazón.
Sin embargo, al final del retiro, me di cuenta de que el ego me estaba diciendo que mi contribución a los eventos había sido poca, que todo pudo haberse desarrollado sin mi presencia y que yo no era necesaria. Estaba cuestionando mi valía.
Al principio no fui consciente de que estaba escuchando la voz del ego. Esto solo se hizo evidente cuando Paulinha nos contó que uno de los asistentes al encuentro le había dicho que no entendía por qué había ido, que se sentía fuera de lugar. En ese instante, pude reconocer que yo me estaba haciendo la misma pregunta que ese hombre: «¿Por qué estoy aquí?».
Apenas reconocí este pensamiento de duda, me escuché decir:
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«Nadie está en el lugar que está por accidente».
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Parecía que estas palabras eran una respuesta a la pregunta que se había hecho el hombre, pero en mi corazón pude sentir que Jesús me estaba hablando directamente. Me decía:
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«Deja ir ese pensamiento. No es verdad. Tú estás aquí porque yo te traje aquí. Estás exactamente donde necesitas estar, cumpliendo el papel que te he asignado en el plan del perdón».
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Esta respuesta se sintió contundente. No pude más que quedarme en silencio ante el reconocimiento de que Jesús me estaba enseñando una lección muy importante.
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Al final del viaje en una conversación con Kirsten, le abrí mi corazón y le conté acerca de los pensamientos que habían llegado a mi mente. Le dije que había cuestionado mi valía al pensar que Paulinha y ella habrían podido hacer los eventos solas, que había sentido que yo no había hecho lo suficiente.
También le conté sobre la conversación que había tenido en mi mente con Jesús y después, le dije: «Siento que Jesús me está mostrando que mi valía la estableció Dios». En ese momento Kirsten me miró y me dijo que podía sentir mi corazón. Ahí pude sentir que realmente acepté la lección:
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«Tú valía no está establecida porque enseñes o aprendas. Tú valía fue establecida por Dios». UCDM-T.4.7.1
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La lección llegó a lo más profundo de mi corazón. Me sentí inundada de amor. Sentí que todo el viaje a Brasil me fue dado para que pudiera aceptar que mi valía fue establecida por Dios, que soy merecedora del amor, que no tengo que hacer nada para que Dios me ame ¡Dios me ama!
Y con esta aceptación reconocí que la oración de mi corazón fue contestada y que con este viaje, se desvanecieron capas de creencias que me estaban impidiendo reconocer quién soy.
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«El tiempo se detiene a medida que la eternidad se aproxima, y el silencio envuelve al mundo para que todos puedan oír este juicio acerca del Hijo de Dios:
Santo eres, eterno, libre e íntegro, y te encuentras para siempre en paz en el Corazón de Dios. ¿Dónde está el mundo ahora? ¿Y dónde el pesar?
Maestro de Dios, ¿es éste el juicio que tienes acerca de ti mismo? ¿Crees que es completamente cierto? No, todavía no, todavía no. Mas ése sigue siendo aún tu objetivo: la razón por la que estás aquí. Tu función es prepararte para poder llegar a oír este Juicio y reconocer que es verdad». UCDM, M-15.1
¡Bendiciones de amor! 💛
Gracias! Necesitaba leer y sentir estás palabras. Con amor y gratitud.